miércoles, 30 de diciembre de 2015

La luz que los locos ven

Les propongo imaginar un rato, cerrar los ojos y viajar con una breve pregunta. ¿Qué es lo primero que se les viene a la cabeza cuando piensan en Belén, en tiempo de Navidad?
¿el pesebre? ¿María? ¿José? ¿El gurisito Jesús en pañales? ¿los angelitos? ¿los reyes con sus regalos? ¿quizás la estrella que éstos siguieron? ¿los animales? ¿el censo ordenado por César Augusto? ¿el pueblo caminando para empadronarse?
Seguramete muchos de nosotros tengamos diferentes imágenes y recuerdos que nos conecten con este lugar y con esta historia, que más de 2000 años después nos fue contada, probablemente dramatizada en algún momento de nuestras vidas, y celebrada cada diciembre cuando afirmamos que ese nacimiento ocurrió, que Jesús vino al mundo en ese lugar donde no había lugar para El, y nos anunció alegría para todo el pueblo, la alegria de su nacimiento, ese nacimiento que vino a liberarnos de las opresiones, de los muros construidos por nosotros mismos, ese nacimiento que vino a ser luz en medio de un contexto en donde la opresión y la injusticia eran parte de la vida cotidiana.

Se me ocurrió jugar un rato el 25. Cerré mis ojos, recordé lo que pensada antes de estar acá, y se me vinieron a la mente varias imágenes de mi paso por la escuelita biblica, las obritas en las que actué, las diferentes navidades que representé, y también las navidades vividas, las más actuales, con mis amigos, con mis familias, en la iglesia, en el pueblo, la alegría de cada Navidad, la espera ansiosa por el brindis, por abrir los regalos, por abrazarnos fuerte y desearnos ¡Feliz Navidad! Mientras jugaba me pregunté ¿que significa ese deseo, esas palabras hoy?

Detuve el juego. Me despertó la realidad. Estábamos parados en frente al Muro de Separación que divide a dos pueblos, a una gran familia, Palestina e Israel. Ese muro de cemento, de 8 metros de altura y 700 kilómetros ha protegido estos años la expansión de asentamientos ilegales, ha colaborado el robo de tierras agrícolas de campesinos palestinos y ha separado a miles de familias.
Caminamos unos metros con mis compañeros Acompañantes Ecuménicos e ingresamos a monitorear el Checkpoint en Belén. Era 25, era, Navidad, profundamente deseaba encontrar el nacimiento de ese pequeño envuelto en pañales.
Pero la ciudad de Belén, el lugar en donde nació Jesús parecía olvidada por quienes dicen conservar la paz.
Vimos con nuestros ojos como le negaron la entrada a María embarazada, a José, a sus familias rumbeando a laburar, vimos como les dificultaron el paso a sus amigos que deseaban celebrar el nacimiento, a todos ellos y todas ellas que deseaban conocer al Jesús recién parido.
Sentimos el encierro que provocan esos grandes barrotes de hierro, esas altas y oscuras paredes. Escuchamos a los soldados gritar una y otra vez “come back”, “come back”. Observamos como las personas intentaban una y otra vez lograr la aprobación para poder cruzar, los vimos sacarse sus zapatos, sus cintos, sus sacos, los vimos cuestionar ¿por qué? Y escuchamos una y otra vez el mismo rechazo desde el otro lado del vidrio blindado.


Y ahí estaba Lucas, recordándome el relato del nacimiento.
Por aquel entonces se promulgó un edicto de parte de Augusto César mandando empadronarse a todos los habitantes del Imperio Romano. Este fue el primer censo que se hizo, y tuvo lugar cuando Cirenio era gobernador de Siria. Y todos se desplazaron a su lugar de origen para empadronarse.
Por esa razón también José tuvo que ir desde el pueblo de Nazaret de Galilea a Belén de Judea, que era el pueblo de su antepasado el rey David; e hizo el viaje con su prometida María, que estaba embarazada.
Cuando estaban allí se le cumplió el tiempo a María, y dio a luz a su primer hijo; y le puso unos pañales y le acostó en el pesebre, porque no habían encontrado habitación en la posada del pueblo.” (Lucas 2: 1-7)

Hace 2000 años una familia buscando un lugar en dónde pasar la noche y una mamá esperando por dar a luz, hoy, cientos de familias expulsadas de sus tierras, con sus casas demolidas, sus árboles de olivos quemados o cortados, sus animales acribillados, buscando, caminando, tratando de seguir alguna estrella que los conduzca hacia algún lugar en donde pasar la noche.
Hace 2000 años Belén, una ciudad controlada por el Imperio Romano, exigiendo tributos personales y territoriales al César, hoy, 2000 años después, la ciudad controlada por Israel.
Hace 2000 años el gurisito Jesús hablando de libertad, enseñando con sus actos, luchando por una vida justa, hoy, cientos de gurises pidiendo a gritos ser libres, ser liberados, durmiendo con miedo, sin saber si esta noche llegarán los soldados y se los llevarán, o si al cruzar el checkpoint algún soldado sienta “miedo” de ellos y decida dispararle 1, 2, 10, 15, 20 veces hasta ver su sangre correr y su cuerpo desvaneserce.
Hace 2000 años Herodes ordenaba matar a todos los pibitos menores de 2 años, tratando de dar muerte a quien sería imposible matar, hoy, 2000 años después, bebés y familias enteras quemadas vivas por grupos de colonos judíos, pibes secuestrados, torturados y matados, familias que esperan meses por la entrega de los cuerpos de sus hijos para llorarlos, despedirlos y sepultarlos, en la incertidumbre, sin saber si esto sucederá, si los cuerpos llegarán enteros o sin sus órganos.
Hace 2000 años la vida en estas tierras era vulnerable, hoy también.

Hace 2000 años un ángel les anunciaba a los pastores la buena noticia, les decía que no tengan miedo, que había nacido un Salvador.
No teman, pues les anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Cristo, el Señor” (Lucas 2: 10-11)
Hoy esas palabras se hacen presentes nuevamente, el rostro del pequeño está aquí, sus ganas de vivir, de sentir, su deseo de encontrar lugar en medio de personas amontonadas, en medio de turistas que sacan fotos, de autoridades que posan, en medio de árboles que encienden sus luces, en medio del lujo y despilfarro, pero también en medio del sufrimiento y del dolor en Belén, en Huwwara, en Nablus, en Beit Furik, en West Bank, en Gaza.



El gurisito Jesús sigue intentado entrar en los abarrotados corazones y traernos su luz, esa luz que los locos ven dice el rock and roll, y hoy mas que nunca creo que es la luz que los locos ven, aquella que nos puede guiar, acercar, abrazar, invitar a creer que es ahi mismo, en la debilidad, en el lugar donde no hay lugar, en el pequeño espacio donde El se hace presente y nos invita cada día a nacer de nuevo. Y si, la locura es necesaria ara creer en ese proyecto de vida al que nos invita Jesús, ese proyecto que va en contra de la corriente, en contra de los poderes establecidos, será nomás que habrán de llamarnos locos.

Luego de 67 años de ocupación, esta Navidad en Belén no tiene nada de anormal. “Lo anormal se ha vuelto normal” repiten una y otra vez las familias que visitamos.
En esta Navidad 130 familias están llorando a sus jóvenes palestinos asesinados durante los últimos meses, otra Navidad en la que cristianos Israelíes debieron pedir un permiso especial para viajar a Belén y celebrar sus tradiciones relgiosas. Otra Navidad en donde las restricciones de movimiento y la desesperanza parecen ser el paisaje habitual.
Si Jesús hubiera nacido hoy, probablemente no hubiese podido entrar a Palestina, y en el caso de haber pasado, sería uno más de los palestinos que hoy en día viven bajo ocupación privado de sus derechos humanos.

Pero Jesús nació, hermanos y hermanas, una vez más ese niño pequeño y frágil se hizo y se hace presente aquí y ahora, con sus diferentes rostros, con sus diferentes llantos, con todos sus nombres, y nos viene a anunciar la Buena Nueva de su Reino, El está aquí viviendo, resucitando cada día, diciendo NO a cada cruz que se alza aquí o allí, en Palestina, en Argentina, en Uruguay, en Latinoamérica.

Se ha cumplido el plazo, ya llega el reinado de Dios, enmiéndense y tengan fe en esta buena noticia” (Marcos 1:15).

Que el nacimiento de Jesús, la esperanza, la denuncia de la injusticia, el anuncio de la vida plena y la alegría del nacimiento sean, hoy y siempre. Amén.

Paula Fogel
30/12/2015

Yanoun-Territorios Palestinos Ocupados

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